Postura del Obispo de Arecibo, Daniel Fernández Torres, ante el Memorial Explicativo sobre las “terapias de conversión”

"Adonde no hay amor, pon amor y sacarás amor"

Postura del Obispo de Arecibo, Daniel Fernández Torres, ante el Memorial Explicativo sobre las “terapias de conversión”

2018-09-21 Legislación 0

Como Obispo de la Diócesis de Arecibo y ante la confusión o escándalo que pueda crear entre la feligresía el Memorial explicativo sobre el Proyecto del Senado 1000, que pretende prohibir cualquier intervención terapéutica que no esté dirigida a la reafirmación de la homosexualidad en el paciente, me veo en el deber penoso de realizar la siguiente declaración:

  1. El memorial sometido no representa la postura de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña, aunque esté firmado por el Presidente de la misma, y por tanto no tiene valor de Magisterio de la Iglesia por faltar la unanimidad y la aprobación de la Santa Sede.
  2. Aunque cuente con el apoyo de la mayoría de los obispos de Puerto Rico, no representa mi enseñanza como maestro en la fe del pueblo de Dios en Arecibo.
  3. Sobre las preocupaciones que menciona el Memorial en torno a los peligros del PS1000, las comparto, ya que son la que había expresado en la carta sobre este proyecto de ley que dirigí al Presidente del Senado, Lcdo. Tomás Rivera Schatz, el 29 de mayo de 2018 (Prot. N. 2018-173), que fue hecha pública a través de la página web y las redes sociales de la Diócesis de Arecibo. Preocupado el Obispo por proyecto que prohibiría las terapias reparativas

Explicación

La Congregación para la Doctrina de la Fe, en su “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales” (1986), advierte que:

En algunas naciones se realiza, por consiguiente, un verdadero y propio tentativo de manipular a la Iglesia conquistando el apoyo de sus pastores, frecuentemente de buena fe, en el esfuerzo de cambiar las normas de la legislación civil. El fin de tal acción consiste en conformar esta legislación con la concepción propia de estos grupos de presión, para quienes la homosexualidad es, si no totalmente buena, al menos una realidad perfectamente inocua. Aunque la práctica de la homosexualidad amenace seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas, los partidarios de esta tendencia no desisten de sus acciones y se niegan a tomar en consideración las proporciones del riesgo allí implicado.

La Iglesia no puede dejar de preocuparse de todo esto y por consiguiente mantiene firme su clara posición al respecto, que no puede ser modificada por la presión de la legislación civil o de la moda del momento”.

Como advierte la mencionada carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el número 11: “Los Obispos tienen la responsabilidad particularmente grave de preocuparse de que sus colaboradores en el ministerio, y sobre todo los sacerdotes, estén rectamente informados y personalmente bien dispuestos para comunicar a todos la doctrina de la Iglesia en su integridad”.

Nos conmueven profundamente las luchas y sufrimientos que viven día a día las personas que sufren por la atracción hacia el mismo sexo. Por eso, reafirmamos que: “Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por lo demás, que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones. Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada”. (Ibid, n.10)

Es, en esa línea, que el Papa Francisco reitera en el número 250 de su exhortación apostólica Amoris Laetitia:

“La Iglesia hace suyo el comportamiento del Señor Jesús que en un amor ilimitado se ofrece a todas las personas sin excepción. Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta», y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida”.

La persona que enfrenta estas tendencias debe ser acompañada en su vocación a la castidad, reconociendo en ellos también, como en todos los cristianos, la libertad de los hijos de Dios, que nos permite apartarnos de la conducta del pecado. Como dice la Congregación para la Doctrina de la Fe: “también en las personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le confiere su particular dignidad. Como en toda conversión del mal, gracias a esta libertad, el esfuerzo humano, iluminado y sostenido por la gracia de Dios, podrá permitirles evitar la actividad homosexual”. (Ibid, n.11)

Conclusión

Como Obispo, no puedo apoyar, ni mantenerme “neutral”, ante un proyecto de ley que pretende coartar la libertad de las personas que enfrentan una tendencia homosexual no deseada, al prácticamente prohibir toda alternativa de tratamiento que vaya acorde con su fe. Tampoco puedo subscribir declaración alguna que se pueda interpretar como que la práctica de la homosexualidad, o la inclinación homosexual, sea moralmente neutra o aceptable sin reparos entre los fieles de la iglesia, pues sería una contradicción a lo que establece el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 2357-2359.

No queremos faltar a la caridad por amor a la verdad, pero tampoco podemos callar la verdad, pues sería una falsa compasión, como también una falsa comunión episcopal, que tiene como fundamento necesario, tanto la fe común de toda la iglesia, como la verdad honesta según la propia conciencia.

En Cristo,

+ Daniel Fernández Torres
Obispo de Arecibo