Una Hostia dibujada en cartón es el signo en las casas para hoy Jueves Santo

A continuación, compartimos las lecturas del Encuentro Familiar de Oración para hoy Jueves Santo, propuesto por la Vicaría de Pastoral de la Diócesis de Arecibo.
Las familias están invitadas hoy a colocar una Hostia dibujada en cartón, o una Estola Sacerdotal o un Cáliz y una Patena en la cruz que fue ubicada en un lugar visible desde el exterior de la casa. Puede ser confeccionado con los materiales que tengan a la mano.
ENCUENTRO FAMILIAR DE ORACIÓN – JUEVES SANTO
Signo: Una Hostia (dibujada en cartón), una Estola Sacerdotal o un Cáliz y una Patena (Para colocar en la Cruz)
Oración para colocar el signo: ORACION POR LOS SACERDOTES de la exhortación apostólica Pastores dabo vobis (San Juan Pablo II)
Oh María, Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes: acepta este título con el que hoy te honramos para exaltar tu maternidad y contemplar contigo el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos, oh, Santa Madre de Dios.
Madre de Cristo, que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne por la unción del Espíritu Santo para salvar a los pobres y contritos de corazón: custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes, oh, Madre del Salvador.
Madre de la fe, que acompañaste al templo al Hijo del hombre, en cumplimiento de las promesas hechas a nuestros Padres: presenta a Dios Padre, para su gloria, a los sacerdotes de tu Hijo, oh, Arca de la Alianza.
Madre de la Iglesia, que con los discípulos en el Cenáculo implorabas el Espíritu para el nuevo Pueblo y sus Pastores: alcanza para el orden de los presbíteros la plenitud de los dones, oh, Reina de los Apóstoles.
Madre de Jesucristo, que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión, lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre, lo acompañaste en la cruz, exhausto por el sacrificio único y eterno, y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh, Madre de los sacerdotes. Amén
Introducción: Padre/Madre: Esta tarde (noche) hemos venido, juntos como hermanos, a celebrar la memoria de la Cena de Despedida de Jesús: En esta cena tan cargada de emoción y significado, Jesús hizo y dijo cosas insólitas y chocantes. Como el más humilde de los siervos, Él, el gran Maestro y Señor, lavó los pies de sus discípulos y les dijo que se hicieran, como él, servidores los unos de los otros, servidores del pueblo. Después, cuando estaban comiendo, les pasó el pan y el vino diciendo: “Esto es mi cuerpo partido para ustedes. Ésta es la copa de mi sangre derramada por ustedes. Ámense unos a otros como yo los he amado”. Estos acontecimientos ocurrieron hace mucho tiempo, y, sin embargo, Jesús nos repite a nosotros aquí y ahora: Hagan esto en conmemoración mía. Les he dado ejemplo. Tienen que hacer ustedes como yo he hecho. Como yo he servido, así tienen ustedes que servir; como yo los he amado, así deben amarse unos a otros. Cuando Jesús instituyó la eucaristía en la Última Cena, dijo: “Hagan esto en conmemoración mía”. En memoria de Jesús estamos ahora recordando y celebrando lo que ocurrió en la Última Cena y haciendo de nuevo lo que él hizo allí, como lo realizamos, de hecho, en cada eucaristía. Nosotros, pueblo de Dios, somos ahora los discípulos de la Última Cena. El sacerdote, actuando en el nombre de Jesús, representa al mismo Jesús. La habitación (o Cenáculo) de la Última Cena es este lugar. Como los discípulos, estamos reunidos como comunidad en torno a Jesús. Éste es un acto fundamental para nuestras comunidades cristianas: estar reunidos en torno al Señor, para comer y beber con él y de esta manera estar más unidos a él y ser más como él. Celebremos gozosamente con el Señor.
Oración Inicial Padre/Madre: Oh Dios y Padre nuestro: En esta tarde (noche), tan diferente de otras tardes (noches), estamos aquí reunidos recordar la cena que tu único Hijo nos legó, de forma que él pudiera permanecer con nosotros con toda la plenitud de su amor liberador. Él nos dio la cena cuando estaba a punto de morir, y nos mandó celebrarla como el nuevo y eterno sacrificio. Te pedimos que en este encuentro de oración reconozcamos la grandeza del Sacramento Eucarístico. Que Jesús comparta con nosotros tu vida y amor y sea nuestro pan de fortaleza que nos haga capaces de cumplir tu amorosa voluntad y de servir generosamente a nuestros prójimos, cercanos o lejanos. Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Liturgia de la Palabra: Lector: Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15) Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.» Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.» Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También ustedes están limpios, aunque no todos.» Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos están limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman «el Maestro» y «el Señor», y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros; les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, ustedes también lo hagan.» Palabra del Señor
Reflexión: Padre/Madre: Pasaje que trae el lavatorio de los pies por Jesús; por cuanto, la Iglesia Católica, el Jueves Santo celebra tres grandes acontecimientos, a saber: a) La Institución de la Eucaristía: El milagro más grande del Amor de Jesús, quien se inmola como Sacrificio agradable a Dios Padre en la Cruz; de forma tal que su Cuerpo y su Sangre se ofrecen como el Alimento y la Bebida de Salvación para alcanzar la Vida Eterna; por esto en la Última Cena tomó pan y vino, y después de hacer la acción de gracias, lo bendijo, lo partió y se lo dio a sus discípulos y les dijo: “Hagan esto en memoria mía”. El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1362 señala: «La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. En todas las plegarias eucarísticas encontramos, tras las palabras de la institución, una oración llamada anámnesis o memorial.»; b) La Institución del Sacerdocio: Jesús quiso que algunos hombres, llamados actualmente sacerdotes o presbíteros, pudieran hacer en memoria suya lo que Él hizo y continuaran de esta forma su misión. Por eso, hoy de forma especial ha de orarse para implorar la Misericordia Divina para los sacerdotes o presbíteros, con el fin que alcancen la Vida Eterna y su santificación; y, c) El Mandamiento del Amor: Con el Lavatorio de los pies, Jesús enseña a servir con amor, humildad y de corazón a los demás. Este es el punto central del Mandamiento del amor, signo supremo del amor de Jesús por cada hombre; por ende, entregándose como siervo humilde ante sus discípulos les lava los pies, antes del punto máximo de su amor en la Cruz, en la Hora de la Redención. De ahí que la única opción de todo cristiano es amar y servir a los demás como Jesús lo hizo. Ahora bien, con la Santa Misa vespertina «en la Cena del Señor», comienza la celebración del Triduo Pascual (La Pasión, la Muerte y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo), centro de la fe cristiana; por eso la Iglesia invita a participar de forma activa en la celebración litúrgica y al terminar, acompañar a Jesús en oración ante el Monumento, pues Él fue al Huerto de los Olivos a orar al Padre para reafirmar que aceptaba se cumpliera su Voluntad, a pesar de la tristeza, la amargura, la terrible angustia y la mortal agonía experimentada, para meditar en su Obra de Salvación y así mismo darle gracias por su entrega generosa, el quedarse siempre en la Eucaristía e implorar su Gracia para que todas las potencias o facultades del alma (Inteligencia, Voluntad, Libertad y Conciencia) se encaminen a hacer sólo la Voluntad del Padre, y que la sangre y el agua que brotaron del costado abierto de Jesús en la Cruz, rieguen y fortifiquen la pequeñez, la miseria y la fragilidad del alma de cada uno, con el fin que se adentre progresivamente a vivir, contemplar, experimentar y asumir el Misterio Pascual de Cristo en la vida para poder dar la misma respuesta amorosa y servicial, y de esa manera ser misericordiosos con los demás. Para finalizar, en un día como hoy, Jesús dijo a Santa Faustina: «1934. Jueves Santo. Jesús me dijo: Deseo que te ofrezcas como víctima por los pecadores y, especialmente, por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia. – Dios y las almas. – Acto de ofrecimiento.» Que mejor forma de estar unido al Misterio Pascual de Cristo. ¡Jesús, en Ti confío!
Oración de los Fieles Padre/Madre: En esta tarde (noche), tan diferente de otras tardes (noches), estamos invitados con los apóstoles a la Cena del Señor. Roguémosle que sepamos conectar íntimamente con su propia actitud y disposición interior, en aquella noche antes de su pasión, y digámosle: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Hijo/a: Señor Jesús, Cordero de Dios, tú cumples la voluntad del Padre hasta el fin; eres fiel a tu misión de amor. Danos la misma fidelidad, para que no busquemos con terquedad nuestra propia voluntad, sino la voluntad del Padre, en todo lo que hagamos. Y así te rogamos: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Hijo/a: Señor, en la Última Cena encontraste una forma misteriosa y sacramental para permanecer por siempre con los que amas. Danos fuerza y valor para seguir estando del lado de los que necesitan amor, para que les ayudemos en su miseria y pobreza, y les induzcamos a esperar en ti y en la vida. Y así te rogamos: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Hijo/a: Cristo, nuestro Salvador, en la Última Cena tú nos diste tu mandamiento de amor como tu último testamento. Danos la gracia de comprometernos a hacer obras de amor, de forma que así podamos celebrar genuinamente la eucaristía, trabajando también por la justicia social, por la paz y por el respeto de la dignidad humana de nuestros hermanos. Y así te rogamos: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Hijo/a: Señor, en esta tarde (noche) santa, tú nos muestras que tu amor no consiste en meras palabras, sino que es totalmente eficaz, más fuerte que la muerte, pues entregas tu vida por nosotros. Danos fuerza para amarte a ti y a los hermanos con un amor más fuerte y efectivo que las palabras, con un amor fiel y total. Y así te rogamos: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Hijo/a: Señor Jesús, en esta tarde (noche) santa, tú nos enseñas que “amor” significa servicio humilde. Te pedimos valor para hacer “obras de caridad”, no para ser vistos por la gente, sino para ayudar a otros callada y discretamente, respetando su dignidad humana; y danos arrojo para dar preferencia a los más pobres, a los desconocidos, a los pequeños, a los marginados y rechazados de la vida. Y así te rogamos: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Hijo/a: Señor Jesús, en esta tarde (noche) santa, te pedimos por las familias afectadas por la Pandemia, que enfrentan decisiones difíciles entre el alimento en la mesa o la seguridad pública, te rogamos por leyes políticas que reconozcan y protejan la situación de cada una de ellas; por los que no tienen seguro de salud adecuado, para que ninguna familia enfrente sola las cargas financieras, y por los que temen acceder a atención debido a su estatus legal migratorio, te pedimos por el reconocimiento de la dignidad humana de todos dada por Dios. Y así te rogamos: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Padre/Madre: Señor Jesucristo, Señor de amor: Tú dijiste en la Última Cena -y nos lo repites a nosotros esta tarde (noche)- que una persona no puede tener mayor amor que dando su vida por sus amigos. Danos fuerza para evitar vivir para nosotros mismos, y, gracias al calor de nuestros corazones y a nuestra entrega de unos a otros, para hacer tu amor un poco más visible en la tierra, para que todos crean en ti, ahora y por los siglos de los siglos.
Rezo del Padre Nuestro Padre/Madre: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. Movidos por ese mismo Espíritu, nos atrevemos a decir: Padre Nuestro…
Oración Final: Padre/Madre: Oh Dios y Padre nuestro: cuando tu Hijo Jesús se entregó a sí mismo a sus amigos como comida y bebida para el camino, se comprometió a permanecer con nosotros como el “hombre-para-los-demás” y como el “Señor-que-sirve”. Queremos aprender de él a entregarnos a nuestro prójimo, a amar y servir a los hermanos sin contar el precio y a liberar a nuestros hermanos y hermanas de cualquier mal que les esclavice, como un anticipo de la felicidad eterna que, según tu promesa, tú nos prepares por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Exhortación final: Después de la Última Cena, Jesús fue con sus apóstoles al huerto de Getsemaní a orar, antes de que lo apresaran y comenzara así su pasión, para morir al día siguiente en la cruz. Como a los apóstoles, el Señor nos pide a nosotros también vigilar y orar con él. Podríamos reflexionar, antes de retirarnos a nuestros aposentos, sobre la forma cómo él aceptó su pasión por amor fiel a su Padre y a nosotros. Podríamos también darle gracias por permanecer con nosotros en la eucaristía, para ser entre nosotros vínculo de unidad y de amor.