Declaración del Obispo de Arecibo, Monseñor Daniel Fernández Torres, frente a las recientes “bendiciones” de uniones del mismo sexo en Alemania

La Iglesia “no bendice ni puede bendecir el pecado”.
Esta cita de la respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe ante la pregunta de si se podían dar bendiciones a las parejas compuestas por personas del mismo sexo, recuerda las palabras del apóstol San Pablo en 1 Corintios 13, 23 “«Todo es lícito», mas no todo es conveniente”. Que unas personas puedan hacer algo de manera legal bajo las leyes de los hombres, no lo convierte en un camino de santidad para llegar a Dios. Por lo tanto, la Iglesia acoge a la persona, pero no puede cesar de llamarla a la conversión del pecado.
En su respuesta (“Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe a un dubium sobre las bendiciones de las uniones de personas del mismo sexo” del 15 de marzo de 2021), la Congregación para la Doctrina de la Fe explicó que las bendiciones que imparten los sacerdotes, diáconos y obispos pertenecen a los sacramentales, con los cuales la Iglesia invita a los hombres a “hacerse dignos, con la santidad de vida, de su misericordia”.
En consecuencia, “cuando se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita – más allá de la recta intención de aquellos que participan – que aquello que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados plenamente por Cristo Señor”.
La Congregación no excluyó que se bendigan de forma individual a personas con inclinaciones homosexuales que manifiesten “la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios así como los propuestos por la enseñanza eclesial”—o sea, aquellas personas con inclinaciones homosexuales que luchan contra esta tendencia “intrínsecamente desordenada” y se han propuesto vivir la castidad—“pero declara ilícita toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones”.
Es la misma razón por la que no podemos bendecir uniones o bodas civiles que no estén fundamentadas en el sacramento del matrimonio, aún entre personas heterosexuales, pues los fieles no deben ser inducidos al error. Sólo la unión de los esposos, hombre y mujer, en la entrega mutua e indisoluble del sacramento del matrimonio, es bendecida por Dios. Las personas en relaciones de pecado siempre son acogidas por la Iglesia, pero la Iglesia no cesa de llamarlas a la conversión, y de acompañarlas en abrazar el camino de la santidad.
Como bien dijo la Congregación: “la Iglesia recuerda que Dios mismo no deja de bendecir a cada uno de sus hijos peregrinos en este mundo, porque para Él «somos más importantes que todos los pecados que nosotros podamos hacer». Pero no bendice ni puede bendecir el pecado: bendice al hombre pecador, para que se reconozca como parte de su designio de amor y se deje cambiar por Él. Él, de hecho, «nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos»”.
Por otro lado, parafraseando la reacción de Jesús ante la traición de Judas, podríamos preguntar a los autores de esas “bendiciones”: ¿Con una bendición traicionas al Hijo del hombre? ¿Dónde queda para ti la fidelidad a las Sagradas Escrituras, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia?
Pido oración por todas las personas que, dentro de la iglesia, inducen a los fieles a la confusión, disfrazando el pecado y la mentira con un aire de falso acompañamiento. También, pido oración por la Iglesia y el Papa, para que el Espíritu Santo les ilumine cómo corregir a estas personas, para que desistan del daño que están haciendo. Confío en que la Santa Sede habrá de pronunciarse sobre lo ocurrido.